agosto 03, 2025

Nunca más

Era un veintiuno de Septiembre. Por estas latitudes estallaba la primavera nueva y al instante ella sintió el empuje necesario para terminar esa turbulenta relación.

Al fin se animaría, con mucho miedo a su reacción, pero se animaría. Estaba harta de las escondidas, pero sobre todo de la agresividad que luego con un pedido de perdón pretendía que nada había pasado.

Llevó en su bolso el único nexo que los mantenía en contacto: el teléfono celular que algún día él le regalara.

A las diez de la mañana las calles lucían desoladas. Ella presentía su presencia, lo imaginaba inquieto, escondido en algún lugar del barrio.

Recordó las horas compartidas temiendo ser descubiertos, cuando ella estaba embrujada con su encanto y se jugaba el todo por el todo. Pero para su asombro ahora la invadía una gran desilusión y en ese día primaveral pudo entender cuanto valía. Al fin se despojaría de ese poder que ejercía, sometiéndola.

Ya no lo amaba. Ahora podía entender desde la propia experiencia, a las mujeres víctimas  de violencia. Su historia no era menor.

Por momentos un fuerte temor erizaba su piel,  reminiscencia de lo vivido, normal para quien estuvo herida psicológicamente por tanto tiempo. Le temía a su verborragia, a su seguridad y por qué no a su atractivo. Pese a todo no estaba dispuesta a volver a las humillaciones de sus insultos y destratos.

Aquella mañana, realizó las tareas habituales, sabía que en algún lugar él la  encontraría, siempre lo hacía. Se dirigió al gimnasio como cada martes. Comenzó los ejercicios  físicos, ubicándose en un lugar desde donde podía ver perfectamente la calle bañada de sol joven y alegre.

De pronto, casi una hora después, ahí estaba, de pie en la puerta.

La buscaba con la mirada por todos los rincones de la sala de entrenamiento, todavía no la veía entre las personas que allí ejercitaban.

Ella, de un impulso levantó su mano, no con la emoción de otros tiempos. Ahora era necesario que la viera para poder hablar. Pero él no reconoció a esta mujer que ahora era diferente: cabello corto y rubio, buen semblante. Pero sobre todo "segura de sí".

En una segunda mirada sobre aquella que lo llamaba, logró descubrirla y casi instintivamente se aproximó.

La joven mujer se admiró de sí al verse inmutable frente a un hombre también diferente, al de aquella despedida mueve meses atrás. Ya no le producía ninguna turbación.

Él, luego de algunas frases superficiales, le pidió hablar.

La fémina, quería estar en un lugar seguro. No permitiría de ninguna manera que la intimidara o agrediera. Conocía su juego. Y pidió:

—Hablemos en la Iglesia que está a media cuadra.

—Yo quiero invitarte a tomar un café.

—No gracias.

—¡Vamos! Es sólo a un café.

—¿Quieres que hablemos?—preguntó con voz femenina y firme.

—Siiii —contestó apresurado el hombre.

—Lo haremos a mí manera. Y seré breve. — aclaró.

—Veo que estás enojada mi amor—emitió queriendo dulcificarla.

—Deja tu juego. —Frenó la maniobra—Sabes que aquí no hay amor. ¡Se terminó!

Ya en los asientos del lugar:

—Yo creo en los momentos vividos… estoy seguro que tú me amas. Siempre cuando te enojas te pones así, ya pasará. —Intentó explicarse así mismo.

—Te amé, pero nunca lo valoraste, pisoteaste mis sentimientos con malos tratos, con puestas en ridículo, con degradación. Fui contra todos tras un sueño romántico. Pero, hasta aquí llego.

La reacción de él fue tomar las frágiles manos de la muchacha y expresar:

—Mira a tu alrededor, a esta casa sagrada y dime si eres capaz de decirme que no me amas.

La joven suspiró y en un instante repasó con sus ojos todo el entorno. El respetuoso lugar, las imágenes sagradas, un Cristo ensangrentado con su cabeza colmada de espinas denotando sufrimiento. Y reflexionó sobre su pequeño sufrimiento ante aquel sufrimiento divino.  Más adelante, la Virgen con sus ojos amables extendiendo sus brazos, parecía decirle: “Pequeña no temas, ven a mi regazo yo te cobijaré"

Todo este escenario, bajo el toque respetuoso de la venerada calma del templo. Calma amiga, discreta y cómplice. Calma grande y solemne. Lo miró a  los ojos y le reiteró:

—Se me terminó el amor, no voy a luchar más.

Frase que detonó, como respuesta, el alud de palabras empeñadas en convencer, solo convencer. Palabras desinteresadas en la opinión de su dialogadora, palabras en desesperación egoísta.

Pensó en dejarlo hablar, de hecho así lo hizo, nada cambiaría su corazón. En definitiva, lo que tenía que decir también se lo había dicho por teléfono, solo que correspondía, por respeto— ¿acaso se lo merecía?—decírselo personalmente. Así de noble era su esencia. La actitud de ella era determinante. Por tercera vez expresó:

—Te repito no voy a continuar, no te esfuerces ya está decidido.

Introdujo la mano en su bolso, sacó el teléfono móvil y en un solo acto se lo entregó:

—Te devuelvo el celular.

El hombre, en débil persuasión, dejó caer su mirada triste, ¿ficción?... probablemente.

En ese momento, un largo silencio se apoderó de ambos. La joven mujer, se puso de pie y con dignidad expresó:

—Bueno, me tengo que ir. Adiós.

Él, se quedó en el silencio, pensando quizás en alguna otra maniobra de manipulación en su porfía. Ella, se retiraba del  sitio  con un corazón alado y con la pesadez huyendo.

                                                            Fin

                                                                         Patricia Palleres

 

Relato basado en una de las pinturas de Ernest Descals Pujol

(Todos los textos de éste blog son privados y tienen Derecho de Autor.)

mayo 28, 2025

Ropa de colores

A Rodolfo le costaba encontrar la paz. El silencio le molestaba. Era un tipo ocupadísimo en un sin fin de quehaceres y siempre estaba preocupado por algo.

    A decir verdad, su ser olvidó lo que era la calma, o mejor dicho, adiestró su ser para nunca más hallarla. Inconscientemente sabía que si renunciaba a su pantalla de dinamismo se encontraría consigo mismo, sus recuerdos, sus miedos… su verdad. Y eso era como darse un encontronazo con un enorme paredón, porque no hay cosa más terrible que la aparición del fantasma de la verdad cuando es negada.

    Así vivía este hombre de cuarenta y siete años, en eterna ansiedad, un nerviosismo extremo que no le permitía disfrutar del ocio.

  Sin embargo, el éxito en los asuntos laborales era innegable: ocupaba un alto puesto en una importante empresa, vivía en la gran ciudad y sus cuentas bancarias eran abultadas. Su trabajo  era todo para él.

   Pero los fines de semana le resultaban fatales. Y hoy, domingo de un invierno furioso, en el que la nieve había venido acompañada de peligroso viento, se recomendó a la población evitar salidas. Se veía obligado a la quietud y, como sabemos, a Rodolfo eso no le causaba la más mínima gracia.

   Para entretenerse en esas largas horas, y como la empleada no venía los domingos, se puso a lavar unas camisas blancas del uniforme, las colgó en el tender y se sentó en uno de los sillones cerca de la ventana entreabierta, a fumar.

    Por una extraña razón esa ropa mojada que observaba en silencio, le recordó episodios de su niñez campestre junto a su abuela:

    —¡Rodo! ¡Rodo!— llamaba la anciana mientras tendía la ropa húmeda y lavada a mano en la soga.

    —¡Rodo! ¡Rodo! Rodo te estoy llamando. Seguro que estás escondido porque algo habrás hecho. ¡Ya vas a ver cuando te encuentre! —E inmediatamente cortó una varilla de un árbol, más para asustar que para aplicar sus latigazos.

    —¡Si no apareces en este momento no te haré el postre que te prometí!

    El hombre, con una sonrisa en sus labios, recordó que en esa ocasión se escondió dentro de un armario, muerto de miedo, no porque la abuela fuera un ogro, sino por el hecho ocurrido mientras saltaba sobre el lecho de ella y hacía tornos con las almohadas de un lugar a otro como desaforado, jugando vaya a saber a qué. Así, ese día, tuvo la  mala suerte de que se desprendiera el rosario de mármol que pendía de la cabecera de la cama de la abuela, y cuando lo fue a levantar algunos eslabones estaban rotos. Sabía la devoción de la abuela por la Virgen, lo había escuchado en conversaciones de los mayores, por lo que entendía que no lo perdonaría.

    Semanas más tarde, después del almuerzo, mientras la viejita y la nieta mayor permanecían sentadas jugando al dominó, él con ansias de llamar la atención, no tuvo mejor idea que tomar al gato de la cola, darle tres vueltas por el aire y aventarlo sobre los geranios color rosa viejo. La abuela se enfureció, pero pasadas un par de horas ya lo estaba tratando con ternura. El hombre reflexionó sobre ese amor inmenso, y consideró que ella fue  la única persona en amarlo de verdad.

    Él hacía estas cosas de diablillo no porque no la amara. En realidad, ella lo era todo para él, porque el niño no tenía ni papá ni mamá. En este punto la anciana encontraba la razón de la rebeldía del pequeño.

    Hoy domingo, esa ropa que colgaba del tender en su moderno apartamento de la gran ciudad, le traía la imagen de aquella soga campestre donde flameaban sábanas impecablemente blancas bordadas a mano, o ropa de todos los colores y tamaños. Ellas parecían tomar vida con el aire y bailaban bajo un cielo asombrosamente turquesa.

    Rodolfo meditó sobre la paz de esos días junto a su abuela. Sus ojos se inundaron de lágrimas al reencontrarse con ese tiempo  de vida sencilla, pero colmada de sentimientos inolvidables.

    Se sintió nostálgico, anheló la paz. Descubrió que, sin darse cuenta, la había encontrado al volver a su esencia.

©Patricia Palleres

 Basado en la obra: "Ropa colgada" de la pintora Nikoletta Király.

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abril 08, 2025

Suspiro de luna




Vi en aquellos ojos
rodeados de años, 
el anhelo de un  corazón enamorado. 

Un alma nueva, en cuerpo viejo.
Largo suspiro 
tras capas de sueños. 

La melodía hecha sonrisas. 
La cortesía. Palabras elocuentes. 

El cortejo es un
enigma en acordes de guitarra. 

Suspiro de luna 
acunando ilusiones 
que la juvenil mirada 
transforma en soles. 

Dulzura sin par!!

Tomará esa infusión 
cálida y vital.
Beberá quizás 
un nuevo amor primaveral?
 
             Patricia Palleres


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enero 22, 2025

Documentos importantes II

Queridos lectores:

Este relato es la "continuación" que me pedían 

de relato "Documentos importantes I" de octubre 2024.

Espero lo disfruten!!

La lluvia que, por largos días había sido persistente, comenzaba a ceder.  El recinto donde aún humeaban las tazas con café era el único sabedor de lo que realmente ocurrió esa noche.

   Después de la inusitada pelea cuerpo a cuerpo con Andrew, y a los segundos posteriores de presionar el gatillo y detonar el arma, le siguió el silencio de un cuerpo que yacía sin vida.

   Jame, al ver la magnitud de lo que había provocado, se anonadó al extremo de quedar sin reacción, y luego, con el miedo indescriptible que solo sienten quienes han cometido delito semejante, buscó huir del lugar. Ya no le importaba el valioso cofre si ahora no había a quien extorsionar. Su ambición desmedida lo llevó a invalidar el noble sentimiento de la amistad y a matar sin escrúpulos.

   Estaba aterrado. Sentía que la casa lo miraba y era testigo de la falta que solo él cometió, que cada pared lo juzgaba. No tardaron en llegar las alucinaciones: veía personas que lo señalaban, oía voces que le gritaban “ahí está el asesino de Andrew”, “criminal”, “te mataremos” y toda clase de insultos que lo atormentaban.

    En un ataque de desesperación y convencido de que acabarían con él, huyó por la ventana trasera de su propia casa, pensando que al salir terminaría su problema.

   Sin embargo, por muchos y muchos años, anduvo penando a escondidas, porque de lo que no podía huir era de su conciencia.

   Se convirtió en un habitante de los tugurios más oscuros. Personajes con aversión a las personas a causa de hechos tan aberrantes como el de él, eran ahora sus amigos con los que mendigaba. Jame se transformó en un viviente sin vida que vagaba por ahí…

   Tiempo después, James escuchó mientras buscaba qué comer en los desechos que tiraban tabernas y bares, que alguien hablaba acerca del científico Andrew Smith y su gran descubrimiento: la medicina para una enfermedad incurable. Supo entonces que el proyecto en el que había trabajado años, y en el que había puesto mucho más ahínco después del atentado que le costó la incapacidad en una de sus piernas, le permitió no solo ser famoso y millonario por sus aportes a la salud mundial, sino también un enorme ejemplo de vida. James se admiró de lo que escuchaba, ya que sabía que él lo había matado y que debido a eso vagaba en las profundidades de los abismos.

   Medio escondido tras unas vitrinas siguió escuchando. Aquel hombre contaba que en todas las entrevistas realizadas por el periodismo a Andrew Smith, él expresaba que nunca hubiera esperado que su amigo Jame lo quisiera asesinar para robarle los documentos en los que trabajaba… Pero más angustió su corazón cuando lo vio suicidarse tirándose por la ventana sin poder hacer nada.

Basada en la pintura: Huyendo de la Crítica de Pere Borrell

 

© Patricia Palleres

 (Todos los textos de éste blog son privados y tienen Derecho de Autor.)

enero 10, 2025

Alma de doncella

(Imágen de la web)
La noche cae. El silencio la envuelve mientras está sola, sin entender partes de la historia. Ella es la señorita, por siempre la señorita”: delicada, sensible, inocente, virginal.

    No entiende por qué a ella. ¿Es que nadie se da cuenta de lo joven que es todavía? ¿Por qué a ella, si recién está descubriendo algunas cosas, no todas? Recién está digiriendo algunas…

     Este mes cumplirá los 80. Pero su alma es de princesa, de doncella… Siempre joven. Es la señorita”.

     Aún se ríe a carcajadas, aún llora de emoción y aunque nunca se casó, aún se enamora y se ilusiona

     A pesar de que las exigencias de la vida la abofeteen y el tiempo se empeñe en su cronología implacable o su cuerpo le indique que algo pasa

     Aunque los ciclos se cumplan, y se vayan para siempre los que ella quiere.

    No se siente una célula en el infinito: se siente especial. Y está convencida de que puede transmitir alegría, vivencias, música…amor.

     ¿Y los años? Ella considera que son solo números…

                                                   Patriciapalleres

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